Usando el dolor

DEVOCIONAL EN BUSCA DE MI MILAGRO

“El dolor puede convertirse en el catalizador para recibir tu milagro”

 

¿El dolor es malo? El mismo Jesús sintió dolor, un dolor como para morirse. En aquel momento en el Getsemaní, el hijo de Dios estaba sufriendo un ataque de pánico, su sudor eran como gotas de sangre.

 

Entonces… el dolor no es malo, lo que es malo es ser vencido por el.

 

Hace unos días tuve la oportunidad de platicar y orar por una hermosa pareja de invidentes que habían perdido a su único hijo por el cáncer. Después de ver su fragilidad pero a la misma vez su fortaleza, me tuve que preguntar: ¿Cómo estaría yo? ¿Realmente estaría poniendo todo lo que predico en práctica? ¿Abría venido hoy a la iglesia, una semana después del fallecimiento de mi propio hijo?

 

La respuesta sin duda dependería de cómo estoy enfrentando el dolor, cómo estoy permitiendo al Espíritu Santo obrar en medio de ese momento tan terrible. El dolor no es la ausencia de la presencia de Dios, realmente es en medio del dolor donde más evidente puede ser su amor, gracia y misericordia para nosotros.

 

A la mayoría de nosotros se nos hace fácil ver a Dios en medio de la alegría, pero difícil ver a Dios en medio del dolor.

 

Respondamos al dolor como Jesús lo hizo…

 

“Pero, como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor” ‭‭Lucas‬ ‭22:44‬ ‭NVI‬‬

 

Orar siempre será una buena idea. Humillar nuestro corazón y reconocer la soberanía de Dios le da un enfoque positivo a todo lo negativo que podamos estar viviendo.

 

La fe se demuestra en las palabras de tu oración. Orar con propósito, orar bajo revelación, orar alineados a la voluntad del Padre.

 

Así que si el dolor por el que estás pasando es una herida física o una herida del alma, recuerda que no puedes cambiar lo que está pasando pero si puedes orar.

 

Las lágrimas que derrames hoy se pueden convertir en la risa de otro mañana. ¡Lloramos hoy para poder reír mañana!

 

Entra a tu habitación, detén el auto, apártate de tu área de trabajo, cierra tus ojos y habla con Dios. El escucha y atiende las oraciones de sus hijos.

 

¡Lloramos hoy para poder reír mañana!