Juan capítulo #20
Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. (Juan 20:19-20)
¡Mañana es Nochebuena! Personalmente eso me da bastante alegría pero también tristeza. Alegría porque convivo con familiares que no veo tan seguido, cenamos juntos, jugamos y reímos; pero tristeza porque tengo que asimilar que ya se está acabando mi mes favorito del año.
Estarás de acuerdo conmigo que en esta clase de reuniones en donde hay familiares que se dejaron de ver durante un año existen tres clases de personas: Primero, las que te cuentan su vida y te ponen al tanto de lo que ha sucedido; segundo, las que no cuentan nada de su vida porque se la pasan bromeando y hablando de lo que en el momento surge; tercero, las que aparentan que todo está perfecto y quieren demostrar que han tenido más éxito que los demás.
Tal vez es doloroso leer eso, pero a veces actuamos de esa manera y no solo en Nochebuena. Jesús hizo algo increíble con sus discípulos en el pasaje que acabamos de leer, Jesús les mostró sus heridas.
Precepto a poner en práctica:
“No ocultes tus heridas porque no son solo el testimonio de lo que has sufrido, son el testimonio de lo que has conquistado”
Cuando Jesús mostró sus heridas a nadie le quedó duda de que en verdad había resucitado. Y es que nuestras heridas no solo demuestran nuestros sufrimientos, también demuestran que hemos salido de ellos.
Jesús nos enseña a vivir una vida en vulnerabilidad, en donde no solo mostremos nuestros grandes logros sino también nuestras más grandes tristezas. La realidad es que las personas se emocionan con una historia de éxito pero se identifican y conectan más rápido con historias de fracasos. Después de todo reír juntos “une”, pero llorar juntos “funde”.
Manos a la obra
Hoy es un día para no aparentar algo que no somos y para no ocultar algo que sí somos. Sé vulnerable y platica de tus luchas con alguien a quien le tengas confianza, empezando con tu pareja si estás casado o con algún amigo. Se valora mucho más a una persona honesta y empática, que a una persona aparentemente perfecta y soberbia.